sábado, 26 de abril de 2014

Palabras con fuerza.




Quizá fui muy ingenua al pensar que mientras viajaba podría escribir sobre mis experiencias, realmente así quería que fuera, pero ahora que estoy viviendo esta realidad, me he dado cuenta que me ha sido muy difícil hacerlo por muchas razones. Por un lado, tienes todo un mundo afuera esperando por ti y no quieres perderte nada, sólo quieres vivir y mandar al carajo todo. A mi cabeza llegan pensamientos como: " este es mi momento, al diablo lo demás, quiero disfrutarlo y no pensar en nada más, sólo VIVIR". Y así es como ha estado funcionando mi organismo y mente durante toda esta aventura. El tiempo es corto, y cada segundo es tan valioso que me resulta complicado tratar de hacer un espacio para darle vida a este "rinconcito" que he creado para refugiarme; muchas veces también se complica por las circunstancias, pues a menudo no dispones de las condiciones necesarias para hacerlo y menos cuando se trata de andar a la deriva viviendo el día a día.

Sin embargo, constantemente llega a mi la sensación de querer compartir y dejar un registro de mis experiencias y eso ha hecho que no me olvide ni un segundo de seguir adelante con la idea que tuve en un principio, me sigue como un "fantasmita" y cuando se presenta la oportunidad no dudo ni un segundo en aventar letras al viento y dejarla volar, por eso heme aquí.



En el primer post que hice acerca de este viaje "Ahí donde todo comenzaba", escribí acerca de la alemana que conocí en mi vuelo de Guadalajara a Cancún, en él comenté que nos despedimos esperando vernos en Alemania. Al principio pudo sonar a ese tipo de frases que uno lanza sin mucha expectativa, pero finalmente así fue.

Habíamos estado en contacto, pero me encontraba en Bruselas cuando recibí uno de sus mensajes preguntándome que si regresaría a Alemania. Le dije que sí, pero hasta ese momento en mis "planes" sólo estaba visitar Berlín. Le eché un vistazo al mapa, como ya era costumbre y me di cuenta que Munster, su ciudad, me quedaba perfecto de pasada y eso significaba una cosa: agregaría un destino más. El camino  ahora se pintaba así: Bruselas - Amsterdam - Munster - Berlín.

Le confirmé mi visita un par de horas antes de comprar el billete y tomar el siguiente tren de Amsterdam a Munster. Pasaron algunas tres horas cuando ella ya me estaba esperando en la estación central. En cuanto me bajé del vagón, la vi llegar de sorpresa acompañada de Malco, su mascota. Estábamos realmente felices de volver a encontrarnos y pasar algunos días juntas.

Como era de esperarse, fuimos juntas a recorrer la ciudad, me parecía hermosa, como todos los pueblos y lugares que ya había visto de Alemania, siempre resaltando el verde y los tonos ocres en sus paisajes. Mientras caminábamos yo continuaba amando respirar de buen aire, viviendo la tranquilidad, el orden y la elegancia. Charlamos, reímos, compartimos historias, ideas, similitudes y diferencias. La atmósfera fue perfecta, estábamos completas, vivas y creando una historia maravillosa juntas.

En algún momento de esa tarde lo único que me faltaba era un buen registro de ese día, es decir, sólo quería una fotografía que me recordara todo aquello que estaba viviendo, pero como no traía ningún tripie,  no muy convencida, le pedí a la primera persona que vi que me hiciera el favor de hacerlo. Minutos después, se nos acercó un señor también una cámara profesional, lo observé y vi su pinta de fotógrafo mientras nos preguntaba cómo había quedado la foto que nos tomó el extraño. Se la enseñé y como era de esperarse, la luz y la composición no era la adecuada, así que terminó proponiendo hacernos la foto que deseaba, por fin alguien que sabía iba a tomarnos la foto que esperaba y así fue. Finalmente el terminó haciéndonos una sesión de fotos a las dos durante aproximadamente una hora. Estábamos felices y no dejábamos de pensar en todas las situaciones extraordinariamente locas que en tan poco tiempo ya habíamos vivido.



¿Mi estancia?... fue realmente especial, me abrió las puertas de su departamento, de sus amigos, de su ciudad y en resumen fuimos como una familia durante un par de días que nunca olvidaré.


Scarlet.

jueves, 10 de abril de 2014

El rompecabezas más bonito.


Fotografía por: Aaron Kintzi.

Este texto lo escribí camino al aeropuerto de Barcelona. Iba pegada a la ventana sintiendo el fluir de estas sensaciones.

Todavía sigo sorprendiéndome por la rapidez con la que el ser humano puede adaptarse a diferentes condiciones, atmósferas y contextos. Cada vez que llega la hora de partir de una ciudad a otra, me doy cuenta de que estuve viviendo tan familiarizada con todo lo que me rodeó, que incluso puedo experimentar el sabor amargo de las despedidas y palpar la melancolía de dejar todo atrás para continuar. Es como si el mundo se resumiera a Barcelona, o el lugar que dejo, y no existiera ningún otro lugar en el mundo, simplemente porque no lo pienso, sólo vivo al día en el lugar que estoy, sin estar consciente que hay un mundo afuera de mi burbuja: lejos de mis sentidos. Y creo que lo mismo pasa cuando vivimos ensimismados en la cotidianidad, nuestro mundo se resume a lo que vivimos día con día, no hay más, puede ser el trabajo, la familia, nuestras relaciones, entre otros...

El punto es que tenemos que salir y dejar la zona de confort para descubrir esas realidades que están alejadas de la nuestra, y así abrir la mente, los ojos y el corazón hasta que todos esos pedazos de realidad que vas palpando entre sitio y sitio se vayan acumulando, uniendo y relacionando hasta ir abarcando franjas más grandes de mundo y aprendizajes, como en un rompecabezas. Con cada pieza unida la una a la otra, vas extendiendo tus alas, tu horizonte, tus ideas y tus sentimientos.

Scarlet.

domingo, 6 de abril de 2014

Amar por lo que es...



Tübingen, Baden-Württerberg, Alemania. 
Fotografía por: Aaron Kintzi.

Ahora que me encuentro de viaje personas cercanas a mi me hacen preguntas acerca de cada sitio que he visitado las últimas semanas, y así como nos han enseñado desde pequeños a emitir comparaciones, existe la curiosidad de saber cuál lugar es el más interesante, bonito, divertido, recomendable o simplemente el "mejor".

Nunca he estado de acuerdo con las competencias ni las comparaciones en ninguno de los aspectos de la vida, pero gracias a que tenemos estas costumbres tan arraigadas y tan bien aprendidas termino conflictúandome conmigo misma, debido a que yo también intenté hacer mis anotaciones mentales y sensoriales sobre cada lugar que he estado pisando con el fin de concluir, jerarquizar y resaltar la belleza, importancia o magnificencia de un solo lugar sobre los demás.

Encontrar respuesta definitiva para saber cuál lugar es el mejor o el que más me gustó, hasta ahora me resulta muy difícil, es como si me pusieran a elegir entre algún miembro de mi familia y me preguntaran:"¿a quién quieres más?"  o al menos así lo siento, pues me siento parte del mundo y creo que amo cada lugar por lo que tiene y por lo que no, por sus variaciones, por su gente multicolor, por sus aires, por lo que cuentan y han visto; porque cada lugar me deja una sensación distinta, una amistad nueva, una energía, un pensamiento, motivación o reflexión diferente; no mejor ni peor, sólo diferente. En formas variopintas esa diversidad crea un todo divino en la historia de esta aventura y de la vida en general.

Es entonces cuando me doy cuenta que la opinión que pueda dar o emitir acerca de cualquier lugar, cultura o nacionalidad, pueda resultar peligrosa para cualquiera que quiera apropiársela para emitir algún juicio o actuar en función de ella, pues hay una carga fuerte de significados de por medio en mi experiencia que moldean mi opinión. Porque a final de cuentas, no se trata de los lugares, pueblos, ciudades o países, si no de la manera en que nos toque vivirlos y estemos dispuestos a disfrutar de ellos.

Scarlata.