domingo, 16 de febrero de 2014

La voz




El camino nunca deja de regalarnos la siluetas más sublimes de la naturaleza.

Era domingo por la tarde y había quedado de asistir a la casa de una amiga para "dominguear" con una carne asada en compañía de otros cuantos. Ya era hora, crucé la calle y me dispuse a esperar el primer camión que me llevaría a tomar el segundo. No sabía exactamente dónde bajarme para llegar, así que con llamadas recibía indicaciones de mi amiga para evitar perderme en el camino. El camión siguió su curso y en algún momento, una voz desconocida me habló...

-¿Ibas a circunvalación no?- me preguntó de repente un muchacho que iba parado atrás de mi.

Su pregunta de primer momento me descolocó, pero creo no haber tardado tanto en contestar su interrogación.Volviéndome hacia él,  respondí...  

- Si, ¿por qué?- estaba intrigada, no dejaba de imaginar que había estado al pendiente de mis conversaciones los últimos 20 minutos del trayecto.

- Porque circunvalación es aquí- me lo decía señalándome la avenida con la mano.

Debo admitir que sufrí de un pequeño sobresalto al escucharlo, miré el semáforo y seguía en rojo. Aún dudando, decidí confiar en sus palabras, así que me levanté apresurada por salir, pero cuando logré acercarme a la puerta, el motor aceleró.  

- ¿Me puede bajar aquí adelantito, por favor? - Le pregunté al responsable del volante.

- En el siguiente semáforo- me dijo.

Me quedé ahí, parada alado de la puerta esperando bajar. Una vez llegando al semáforo agradecí la información al desconocido y desemboqué en medio de no sé donde.  Saqué mi celular para llamarle a ella, mi amiga, pero volví a escuchar esa voz. Me dí la vuelta y era él, otra vez. Aquello sólo significaba una cosa: el desconocido se había bajado del camión conmigo.

-¿Si sabes como llegar?- volvió a cuestionarme.

Mi cuerpo no me dejaba mentir, estaba perdida y la visión fatalista del humano contra el humano, le hizo una visita fugaz a mi cabeza. Encendí mis "foquitos" de alerta, pero sin mostrar nada que no fuera empatía. Sin pensarlo,   tímidamente se ofreció a dirigirme hasta mi destino y así fue.

- Yo sé lo que se siente perderse, me ha pasado muchas veces y no está padre - me lo dijo como explicando la razón de su acción. 

Decidí confiar en mi instinto, sus intenciones me olían a hospitalidad, una palabra en la que desde semanas atrás, había estado brindándome la inspiración para desarrollar esta cualidad en mi, de manera más consciente. 

Durante la caminata y el intercambio de palabras con él, pensé en lo importante que era para mi saber lidiar con este tipo de sucesos inesperados, pues con estilo de vida viajero y aventurero que he estado buscando toda mi vida, sabía que quería y me encontraría con este tipo de historias para coleccionar y compartir. 

Él se portó de maravilla, no me había equivocado, permaneció blando y dulce. Por supuesto yo, para amenizar el recorrido,  le saqué la plática que él no se atrevía a comenzar.

Estoy segura que todos tenemos historias dónde el humano no se viste de enemigo y por eso lo único que deseo decir con esto, es que el mundo aún es un buen lugar para vivir y tenemos que hacérnoslo saber.

-Te presento a mi salvador- le dije a mi amiga al vernos llegar...

Scarlet.