Si no puedo parar el tiempo, me gusta creer que lo hago. Siempre busco la manera; con la mente en blanco, con mi cámara en brazo, meditando o con lápiz y papel.
Quizá no tengo un reloj como el de Bernardo capaz de congelar el tiempo y la dialéctica de este mundo, pero he encontrado otras maneras para encapsular momentos, pensamientos, sonrisas, aventuras y tristezas. Las guardo y las coloco en una estantería bonita para, de vez en cuando, pasar a recordarme, observarme y hasta revivirme en ellas.
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