Al recorrer todos estos años, al vivir los
días e instantes, al acumular diversas experiencias, me he dado cuenta de
que me quiero dedicar definitivamente a coleccionar historias: muchas
historias, con diferentes finales y comienzos; personajes, contextos y
cronologías: con diferentes mensajes y aprendizajes.
Es como existir con la sensación de que nunca se me
agotarán las palabras, los sentimientos, las historias, y que aunque
parezca que ya no hay nada mejor al maravillarme de algo, el mundo me sorprenda
con algo diferente a cada instante, dejando inexistente la posibilidad de que
en algún momento se agote la magia y el misterio de los días.
Quiero ser una exposición de historias, un libro viejo de
cuentos encarnados que se pueda abrir para responder preguntas que alguna vez
yo me hice. Para que con anécdotas pueda generar empatía, identificación, para
poder hablar y que alguien me escuche, para poder contar y ser contada en un
mundo de perfectos imperfectos, para generar un aprendizaje colectivo: una vida
placentera.
¿Es mucho soñar?
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